Cómo “Enseñamos” la Obesidad, la Bulimia y la Anorexia 1º parte
Aunque la bulimia es relativamente nueva, ya que su aparición estuvo condicionada a la aparición de la cultura de las dietas, la anorexia es tan antigua como la civilización. El lenguaje cambió; antes era “se está poniendo sequita”. Evidentemente era una cuestión de las mujeres, y ha cobrado auge y extensión ya que desde hace tiempo abarca a ambos sexos, las edades se han ampliado y también el número de personas que padece estos trastornos.
Los testimonios que siguen y mis opiniones son sólo un atisbo de la amplitud de variables que crean el “suelo” propicio para que, tanto la obesidad como la bulimia y la anorexia, se hayan convertido, en los países con abundancia de alimento, en una epidemia tan grave. Todas estas variables podemos considerarlas dentro del área “educación”.
Nora tiene 17 años. Desde hace cinco tiene atracones que le han creado un sobrepeso de ocho kilos. Se siente mal no sólo con su cuerpo, sino también con su manera de relacionarse con la comida. Se percibe como sujeta por una fuerza invisible. Me cuenta que el problema con su cuerpo y la comida comenzó cuando tenía doce años. Antes de esa edad, la comida era tan natural en su vida como ir al baño y cumplir necesidades fisiológicas. Su cuerpo le gustaba. No era gorda ni flaca. Tenía redondeces que consideraba propias de sus tendencias heredadas, y que aceptaba de manera natural. ¿Qué pasó a los doce años? Nora se enfermó y adelgazó mucho. Ya repuesta, aunque más delgada que de costumbre, escuchaba de las personas queridas de su entorno: “Quedate así. Así estás bien”. A Nora le importa mucho lo que opinan sus afectos. Para quedarse así necesitó iniciar una dieta. Comenzó a restringir la cantidad de alimento desoyendo sus señales de hambre y saciedad, y empezó a considerar engordantes ciertos alimentos que deseaba, deseo que negaba. El resultado inmediato fue que “se quedó así”. Después de algún tiempo, comenzó a tener atracones para compensar tanto malestar por las restricciones. Nora aprendió a ser compulsiva con la comida y a ver su cuerpo como inadecuado, aun estando flaca; después de todo, “quedate así” significa “como eras no me gustabas”.
Enseñamos la obesidad, la bulimia y la anorexia, inadvertidamente. Los chicos aprenden más que nada de lo que nos ven hacer; aunque también es cierto que los consejos de los profesionales, tanto pediatras, nutricionistas, etc. tienen una influencia capital y pueden inducir al aumento del problema y no a su solución.
Elena Werba
Aunque la bulimia es relativamente nueva, ya que su aparición estuvo condicionada a la aparición de la cultura de las dietas, la anorexia es tan antigua como la civilización. El lenguaje cambió; antes era “se está poniendo sequita”. Evidentemente era una cuestión de las mujeres, y ha cobrado auge y extensión ya que desde hace tiempo abarca a ambos sexos, las edades se han ampliado y también el número de personas que padece estos trastornos.
Los testimonios que siguen y mis opiniones son sólo un atisbo de la amplitud de variables que crean el “suelo” propicio para que, tanto la obesidad como la bulimia y la anorexia, se hayan convertido, en los países con abundancia de alimento, en una epidemia tan grave. Todas estas variables podemos considerarlas dentro del área “educación”.
Nora tiene 17 años. Desde hace cinco tiene atracones que le han creado un sobrepeso de ocho kilos. Se siente mal no sólo con su cuerpo, sino también con su manera de relacionarse con la comida. Se percibe como sujeta por una fuerza invisible. Me cuenta que el problema con su cuerpo y la comida comenzó cuando tenía doce años. Antes de esa edad, la comida era tan natural en su vida como ir al baño y cumplir necesidades fisiológicas. Su cuerpo le gustaba. No era gorda ni flaca. Tenía redondeces que consideraba propias de sus tendencias heredadas, y que aceptaba de manera natural. ¿Qué pasó a los doce años? Nora se enfermó y adelgazó mucho. Ya repuesta, aunque más delgada que de costumbre, escuchaba de las personas queridas de su entorno: “Quedate así. Así estás bien”. A Nora le importa mucho lo que opinan sus afectos. Para quedarse así necesitó iniciar una dieta. Comenzó a restringir la cantidad de alimento desoyendo sus señales de hambre y saciedad, y empezó a considerar engordantes ciertos alimentos que deseaba, deseo que negaba. El resultado inmediato fue que “se quedó así”. Después de algún tiempo, comenzó a tener atracones para compensar tanto malestar por las restricciones. Nora aprendió a ser compulsiva con la comida y a ver su cuerpo como inadecuado, aun estando flaca; después de todo, “quedate así” significa “como eras no me gustabas”.
Enseñamos la obesidad, la bulimia y la anorexia, inadvertidamente. Los chicos aprenden más que nada de lo que nos ven hacer; aunque también es cierto que los consejos de los profesionales, tanto pediatras, nutricionistas, etc. tienen una influencia capital y pueden inducir al aumento del problema y no a su solución.
Elena Werba
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